Ya sé que en
Venezuela pensar más allá de dos días es cuesta arriba, es más: pensar un plan
para la tarde ya es complicado, ¿conseguiré harina para la cena? ¿Llegará el
agua? ¿Pagarán el incremento salarial ya prometido? Últimamente no se me
despega de la cabeza ese vallenato que dice “Los caminos de la vida, no son
como yo creía, no son como imaginaba, no son como yo pensaba”, el cual me enseñaron a escuchar los “niños de la
calle”, aquella docena de “huelepegas” que se volvieron mis amigos nocturnos en
Maracaibo hace dos décadas cuando trabajé como voluntaria con esa población.
¿No les parece acertada para la situación país? Sin embargo, para los que hemos decidido quedarnos, hacer el esfuerzo de pensar más allá, aunque
no estemos seguros por dónde está el horizonte, es un imperativo.
Esta columna
está dirigida a mis compañeros educadores y a mis comadres y compadres, o sea
los padres de mis ahijados: Los estudiantes - pues necesitamos que septiembre
– con escuelas abiertas recibiendo niños, niñas y adolescentes – sea una
posibilidad real, que acuda la mayoría. No esperen pues una respuesta a la
escasez, ni a la inflación, ni al revocatorio.
Septiembre posible: para ello se
requiere que los maestros, al menos los de planteles subvencionados, hayan
cobrado su incremento – prometido, reconocido, necesario – y el bono vacacional
en julio. Me temo renuncias por imposibilidad de vivir con los actuales
salarios. Necesitamos educadores que quieran seguir educando a pesar de las
actuales dificultades. El país también
necesita que el Estado utilice los días de vacaciones para reparar los
planteles y construya algunos de los reiteradamente prometidos. ¡Ojalá no
quedara ningún niño de preescolar sin cupo! Quisiéramos conocer del gobierno un
plan realista para que el SAE – Sistema de Alimentación Escolar – sea
garantizado. Lo deseable sería que las familias puedan acceder a los alimentos
básicos sin que esto suponga una carrera de obstáculos. Me hubiera encantado
anunciar que las escuelas seguirían abiertas en vacaciones para dar de comer a
los niños, niñas y adolescentes, pero ese milagro no lo hemos conseguido. Para que septiembre sea posible, queremos
recordar a las autoridades que el camino a la escuela, tanto para estudiantes
como para los maestros, debe ser algo seguro: esto es, hay que controlar a las
bandas que intercambian balas en unas cuantas comunidades del país poniendo en
riesgo las vidas de grandes y pequeños.
Septiembre creativo y sensato: lo
anterior le corresponde al estado, y a los ciudadanos exigirlo, en cambio el
septiembre escolar creativo nos toca a nosotros los educadores. Ya el año
pasado hicimos un llamado a la sensatez con el lema “Menos foami mas
creatividad”. Nos fuimos acostumbrando a pedir un montón de “útiles”, algunos
necesarios y otros realmente inútiles. Hay que centrarse en los verdaderamente
importantes. ¿Qué es lo que interesa, lo que ha redactado el estudiante o la
carpeta de manila, o el trabajo anillado? Lo importa es que el trabajo esté
limpio, ordenado, y eso es lo que tenemos que exigir. Con sinceridad hagamos
una lista con lo absolutamente necesario y realista. Como ejercicio debemos ir
a las librerías a consultar los precios, pongámonos en el bolsillo de los
padres y representantes- esto es, como si fuera el nuestro – y concluiremos que
tenemos que reducir esa lista a lo mínimo: un lápiz y un cuaderno, del tamaño
que sea, del tipo que sea, es más, que traigan los que no terminaron en el año
que termina. Bastante angustia tienen
los padres con andar corriendo atrás de productos básicos, buscando que ellos
mismos no se desmayen en el intento. Para lo demás, contamos con nuestra
creatividad: organizar a los pequeños en equipos y que se compren colores pro
grupos y no por persona, hacer campaña para recoger papel que pueda
reutilizarse, que los que tengan libros de texto los intercambien con los de
otros grados ¿Qué más se le ocurre? La lista de útiles no puede ser otra
carrera de obstáculos para las familias. Y lo mismo hay que decir para los
uniformes: deserción por no poder comprar el uniforme es un crimen, hay que
flexibilizar los requisitos: zapatos con cualquier rayita y dejémonos de
florituras. ¿No creen? Bastantes adolescentes ya desertaron este año escolar
por este motivo.
No se le pide
nada a las piedras, se le exige a los que son capaces de superar dificultades,
a los que tienen claras las prioridades, a los que son capaces de generar
propuestas realistas, por eso, sin dejar de exigir al Estado sus obligaciones,
me atrevo a pedir a mis compañeros y compañeras de camino, que nos esforcemos
en trascender este julio angustiante, y pensemos en septiembre escolar sensato
y creativo, aunque lo que nos salga en este momento sea gritarle al gobierno
que acepte la ayuda humanitaria y deje de generar más sufrimiento, sin alimento
no hay aprendizaje. Hagamos las dos
cosas.
Luisa Pernalete
Lpernalete8@gmail.com
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