Un
árbol de espinas
Sergio Antillano A.
Una vez, hace
más de veinte años, iba con Leandro Aristigueta por Lagunillas, estado Zulia, y
desde el carro, vimos un inmenso cardón, de unos doce metros de altura y de
impresionante frondosidad. Detuvimos el auto y nos acercamos bajo el inclemente
sol, a ver de cerca ese ejemplar inusual. Era un Cardón de Lefaria (Subpilocereus
repandus)
y me explicaba Don Leandro, que él no había visto nunca antes, uno de tal edad
y porte. Él estaba emocionado; yo lo fotografié junto a aquel singular cardón,
tan especial como solitario...se erguía en un terreno desértico, cercano a la
vía.
A partir de ese momento, iniciamos juntos,
gestiones para encontrar la forma de proteger ese árbol. Redactamos un borrador
de Ordenanza Municipal de “árboles monumento”, hablamos con concejales de ese
municipio y con medio mundo en esa zona de la costa oriental del Lago de
Maracaibo. Finalmente, luego de meses de reuniones, cartas y didácticas
explicaciones que brindaba Aristigueta a quien fuera necesario convencer,
logramos que aprobaran la Ordenanza y la estrenaran, declarando aquel cardón
gigante "Árbol Monumento del Municipio Lagunillas".
El árbol resultó estar en las cercanías
de una Asociación de Comerciantes e Industriales de Lagunillas que acogió
gustosa nuestra idea de que adoptaran al vetusto cardón y vigilaran su
bienestar futuro.
El Instituto de Conservación de la
Cuenca del Lago de Maracaibo ICLAM, de aquel entonces, hizo una placa que se colocó a un lado del
cardón, con su ficha de identificación y su pomposo titulo de Árbol Monumento;
pusimos una pequeña cerca a su alrededor para delimitar su entorno; y
realizamos un acto con escolares, vecinos, concejales, gente del ICLAM, comerciantes
y muchos otros que se acercaron ese día a celebrar, con himno nacional de por
medio, esta inusual acción de amor hacia un cardón de espinas…y a escuchar las
palabras de Don Leandro Aristigueta, que ese día agregaba otro árbol protegido
a su largo historial.
Unos años después, pasé a visitar al
monumental cardón, que allí seguía erguido e imponente. En la Asociación de
Comerciantes me contaron que con frecuencia venían grupos escolares, de la mano
de maestras entusiastas, y a la sombra del cardón había actividades didácticas.
Tanto era así, que la Asociación había impreso un folleto sobre su botánico
hijo adoptivo, para repartir a los uniformados y bulliciosos escolares, que
retando el calor y el sol, venían a visitar a este árbol anciano.
Leandro Aristigueta falleció hace
unos días, después de sembrar mucho. Varios jardines botánicos y Parques del
país recibieron el cuido de su sabiduría y esfuerzos. Experto botánico y
emprendedor incansable, son muchas las plantas que dan sombra y producen
oxigeno hoy en Venezuela, gracias a su labor.
Es necesario revisar cada caso
ejemplar de venezolanos de bien, que ayudaron o ayudan a preservar la
naturaleza y prodigiosa Biodiversidad de Venezuela. Y al explorar sus caminos
de éxitos, será fácil reconocer los factores que contribuyeron a que sus sueños
se alcanzaran. Uno de esos componentes fundamentales de la construcción de país
y del proceso civilizatorio, es la conjunción de esfuerzos entre el sector
público y el privado, el respeto a los conocimientos y la diversidad de actores
en cada iniciativa.
La pluralidad y diversidad son
imprescindibles para el concierto de elementos que requiere hacer bien, lo que
debe hacerse. Articular los diversos sectores, acercar el conocimiento
científico, escuchar la voz de los emprendedores, innovar y educar, son
necesarios en el crecimiento armonioso y saludable de un árbol, y de un país.
Es necesario defender, cuidar y
proteger los grandes árboles; los ejemplares monumentales de la vegetación
urbana. Esos seres centenarios que crecen silenciosos en nuestras aceras y
otros espacios urbanizados, nos proveen sombra, aire limpio, y espectacular
paisaje. Son hábitat de muchas especies; alojan insectos, aves, mamíferos y
otros seres vivientes. Sirven de forraje al suelo, para evitar deslaves y derrumbes;
y contribuyen a crear microclimas de bienestar. Aportan una infinita gama de
colores variantes al paisaje de la ciudad con sus diversas hojas y flores, y
sus cambios, a lo largo del año. Muchos ofrecen alimento a los humanos y dudo que
exista quien no haya comido mango de esos miles que inundan las ciudades. Los
árboles son, de los más longevos seres vivos con quienes compartimos el espacio
urbanizado.
Y tal como un árbol, para vivir
longevo, frondoso y alcanzar la grandeza, una
sociedad necesita de conocimientos científicos y sabiduría, del respeto a todos
y de unidad de propósitos. Así, como a ese cardón, lograremos proteger la vida
de la sociedad, por más espinas que tenga.
Subpilocereus repandus. Imagen de referencia tomada de Internet |
Texto difundido por el autor en la Red Oteo Ambiental Venezuela 17/10/2012
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