lunes, 25 de julio de 2016

Necesitamos un septiembre escolar posible, sensato y creativo. Por Luisa Pernalete



Ya sé que en Venezuela pensar más allá de dos días es cuesta arriba, es más: pensar un plan para la tarde ya es complicado, ¿conseguiré harina para la cena? ¿Llegará el agua? ¿Pagarán el incremento salarial ya prometido? Últimamente no se me despega de la cabeza ese vallenato que dice “Los caminos de la vida, no son como yo creía, no son como imaginaba, no son como yo pensaba”, el cual  me enseñaron a escuchar los “niños de la calle”, aquella docena de “huelepegas” que se volvieron mis amigos nocturnos en Maracaibo hace dos décadas cuando trabajé como voluntaria con esa población. ¿No les parece acertada para la situación país? Sin embargo, para los que  hemos decidido quedarnos, hacer el esfuerzo de pensar más allá, aunque no estemos seguros por dónde está el horizonte, es un imperativo.
Esta columna está dirigida a mis compañeros educadores y a mis comadres y compadres, o sea los padres de mis ahijados: Los estudiantes - pues necesitamos que septiembre – con escuelas abiertas recibiendo niños, niñas y adolescentes – sea una posibilidad real, que acuda la mayoría. No esperen pues una respuesta a la escasez, ni a la inflación, ni al revocatorio.
Septiembre posible: para ello se requiere que los maestros, al menos los de planteles subvencionados, hayan cobrado su incremento – prometido, reconocido, necesario – y el bono vacacional en julio. Me temo renuncias por imposibilidad de vivir con los actuales salarios. Necesitamos educadores que quieran seguir educando a pesar de las actuales dificultades.  El país también necesita que el Estado utilice los días de vacaciones para reparar los planteles y construya algunos de los reiteradamente prometidos. ¡Ojalá no quedara ningún niño de preescolar sin cupo! Quisiéramos conocer del gobierno un plan realista para que el SAE – Sistema de Alimentación Escolar – sea garantizado. Lo deseable sería que las familias puedan acceder a los alimentos básicos sin que esto suponga una carrera de obstáculos. Me hubiera encantado anunciar que las escuelas seguirían abiertas en vacaciones para dar de comer a los niños, niñas y adolescentes, pero ese milagro no lo hemos conseguido.  Para que septiembre sea posible, queremos recordar a las autoridades que el camino a la escuela, tanto para estudiantes como para los maestros, debe ser algo seguro: esto es, hay que controlar a las bandas que intercambian balas en unas cuantas comunidades del país poniendo en riesgo las vidas de grandes y pequeños.
Septiembre creativo y sensato: lo anterior le corresponde al estado, y a los ciudadanos exigirlo, en cambio el septiembre escolar creativo nos toca a nosotros los educadores. Ya el año pasado hicimos un llamado a la sensatez con el lema “Menos foami mas creatividad”. Nos fuimos acostumbrando a pedir un montón de “útiles”, algunos necesarios y otros realmente inútiles. Hay que centrarse en los verdaderamente importantes. ¿Qué es lo que interesa, lo que ha redactado el estudiante o la carpeta de manila, o el trabajo anillado? Lo importa es que el trabajo esté limpio, ordenado, y eso es lo que tenemos que exigir. Con sinceridad hagamos una lista con lo absolutamente necesario y realista. Como ejercicio debemos ir a las librerías a consultar los precios, pongámonos en el bolsillo de los padres y representantes- esto es, como si fuera el nuestro – y concluiremos que tenemos que reducir esa lista a lo mínimo: un lápiz y un cuaderno, del tamaño que sea, del tipo que sea, es más, que traigan los que no terminaron en el año que termina. Bastante  angustia tienen los padres con andar corriendo atrás de productos básicos, buscando que ellos mismos no se desmayen en el intento. Para lo demás, contamos con nuestra creatividad: organizar a los pequeños en equipos y que se compren colores pro grupos y no por persona, hacer campaña para recoger papel que pueda reutilizarse, que los que tengan libros de texto los intercambien con los de otros grados ¿Qué más se le ocurre? La lista de útiles no puede ser otra carrera de obstáculos para las familias. Y lo mismo hay que decir para los uniformes: deserción por no poder comprar el uniforme es un crimen, hay que flexibilizar los requisitos: zapatos con cualquier rayita y dejémonos de florituras. ¿No creen? Bastantes adolescentes ya desertaron este año escolar por este motivo.
No se le pide nada a las piedras, se le exige a los que son capaces de superar dificultades, a los que tienen claras las prioridades, a los que son capaces de generar propuestas realistas, por eso, sin dejar de exigir al Estado sus obligaciones, me atrevo a pedir a mis compañeros y compañeras de camino, que nos esforcemos en trascender este julio angustiante, y pensemos en septiembre escolar sensato y creativo, aunque lo que nos salga en este momento sea gritarle al gobierno que acepte la ayuda humanitaria y deje de generar más sufrimiento, sin alimento no hay  aprendizaje. Hagamos las dos cosas.
Luisa Pernalete
Lpernalete8@gmail.com

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