miércoles, 22 de octubre de 2014

MORAL Y LUCES. Por Antonio Pérez Esclarín



                     Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com)
                     @pesclarin       www.antonioperezesclarin.com

Antonio Pérez Esclarín y Julio Alexander Parra
“Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”, clamó Bolívar en Angostura; y en nuestra Venezuela de hoy, donde la corrupción se muestra cada vez más vigorosa y la educación necesita un gran esfuerzo  mancomunado para elevar su calidad,  Moral y Luces siguen siendo nuestras primeras y más urgentes necesidades.

Resulta verdaderamente cínico y vergonzoso comprobar  que, después de más de 15 años de una supuesta revolución ética y moral, que iba a sepultar de una vez la corrupción,   aparecemos  como uno de los países más corruptos del mundo. En el fondo de las gravísimas crisis de Venezuela está la  profunda crisis ética y moral que se ha enseñoreado de la sociedad. Vivimos en un profundo relativismo ético donde “Todo vale” si me produce poder, si me produce beneficios o si me produce ganancias. Si todo vale, nada vale. Valores y antivalores se confunden. Ya no sabemos, por ejemplo, qué es verdad o qué es mentira y como estamos divididos en dos toletes, “verdad es lo que dicen los míos” y “mentira es lo que dicen los rivales”. Por ello, es evidente que fracasen  los esfuerzos por esclarecer los escándalos y hechos noticiosos, pues no interesa  llegar a la verdad, sino imponer “mi” verdad. Además, en esta vorágine informativa que vivimos y que nos mantiene completamente desinformados,  “las últimas noticias son las únicas noticias”, y cada nuevo escándalo mata el anterior.

La política se ha divorciado por completo de la ética y la corrupción se ha instalado en Venezuela como una forma normal de vida. El acceso al poder se viene entendiendo como acceso al botín, y los que nos gobiernan que son meros administradores de los  bienes públicos, que nos pertenecen a todos, los utilizan a su antojo, como si fueran propios. De ahí que ya no  causa extrañeza ver cómo cualquier funcionario se desplaza en camionetotas blindadas y escoltado por numerosos cuerpos de seguridad y empiezan a llevar un nivel de vida que de ningún modo podrían permitirse con sus sueldos y salarios. Tampoco causa extrañeza ver cómo el nepotismo se ha instalado en la política con todo vigor y los gobernantes de todos los niveles privilegian a sus hijos, esposas, hermanos, cuñados, sobrinos,  en el otorgamiento de cargos públicos.

Es corrupción y muy grave utilizar  los bienes públicos en provecho  propio o de un partido determinado, y todos pudimos ver (menos los miembros del Consejo Electoral), cómo en todas las últimas  elecciones se han utilizado descaradamente bienes y recursos públicos multimillonarios para privilegiar a un determinado candidato.  Es corrupción favorecer con dólares preferenciales a amigos y aliados, y propiciar –o crear-  empresas fantasmas o de maletín, de las que, a pesar de las denuncias, no terminan de dar los nombres. Es corrupción que los que ostentan cargos públicos viajen al extranjero con un montón de familiares y amigos a costa del erario público y con generosos viáticos en dólares,  o que carguen como gastos públicos sus comilonas y bebederas. Es corrupción exigir una “mordida” para conceder permisos o sacar papeles, o  matraquear en las alcabalas y fronteras.  Es corrupción, lamentablemente cada vez más generalizada  e incluso aceptada,  aprovecharse de la escasez, o propiciarla,  para especular con los precios. Lo más cínico del caso es que muchos de los que así actúan, no se apean de un discurso moralizante y se la pasan acusando a los demás de corruptos, lo cual es el colmo de la corrupción.

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